Hay dos mujeres importantes en la trama, dos narraciones fuertes y
profundas, la hermana y la nueva amiga. Las dos aportan una complejidad
emocional a la trama ya que son más dispuestas que el protagonista a la emotividad. Pero como pertenecemos a una
sociedad que oprime a la mujer, se ven contenidas, opacadas y hasta silenciadas
por Salvador. Creo que en estas circunstancias, tanto hombres como mujeres que
vean la película no pueden estar en paz al salir del cine pues se llevan en la
memoria una historia tan real que cualquiera puede caer en esa telaraña.
Salvador es distinto, se disfraza
para ocultar las derrotas que todos tenemos; él es un perdedor y un fracasado
con una voz archivada en los viejos tiempos que no deja recuerdo, es un tipo
que fácilmente podría ser un Campo Elías o un Nepomuceno Matallana, personajes
que desde las sombras destruyeron con su taimada violencia a todo aquel que les
rodeaba.
Con respecto a la parte técnica, la cámara se convierte en una herramienta tan poderosa como la palabra, la película nos recrea con varios momentos contemplativos donde la imagen de los actores a veces transmite incomodidad y otras curiosidad. Salvador se inspira en esos temas de conversación largos de cualquier familia colombiana, pero si usted habla poco o no le gusta conversar, le recomiendo que vea salvador, muy probablemente lo salve del aburrimiento.
Por: Andrés Felipe Durán García
Twitter: @andresfdurang
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