Existe solo una cosa en el mundo que suprime los dolorosos recuerdos que nos han pasado en nuestras vidas, el amor que sentimos por nuestra pareja.
Los enamorados es una especie de película noir (disculpen la referencia, pero me es difícil separar el cine de las demás artes), una historia triste envuelta en unos recuerdos agridulces, y es que así es la vida o al menos la de muchos, por eso es tan fácil de identificarnos con el libro, no sin cierta complicidad y vergüenza.
Y es que el placer del amor es tan gratificante como el fracaso en el amor, pues nuestro protagonista recorre esos dos caminos al mismo tiempo. Él tiene una “relación” de dolor y placer con su amante, ambos sentimientos para el son gratificantes a su manera, cosa que no es difícil de entender por nosotros; además el desarrollo que el escritor Alfred Hayes nos da de este historia nos permite introducirnos casi que por los poros de las páginas de la novela. Algo íntimo, desconcertante y triste.
Me emocionó la idea de estar leyendo una relación “inspirada” en eventos reales, por ello es fácil que cualquiera se vincule con su narrativa debido al tema universal de la necesidad de adaptarse a los cambios para que perdure una relación. Al deleitarnos poco a poco con los párrafos de Hayes, descubrimos que así como las relaciones humanas nunca vuelven a ser como la primera vez, si tenemos la esperanza que al buscar nuevos horizontes, podemos comprender mejor todo lo vivido, y retomar ese momento en que te enamoraste la primera vez, la primera noche juntos y aquella desnudez tímida, titubeante e insegura.
El amor es un arte y si no se practica fracasa, además como aquellas obras de arte que le damos un valor, debemos reconocer que muchas veces no sabemos el valor que tienen un hombre o una mujer. Un valor que no es monetario, sino anímico. Fracasar en el amor no significa perder, al contrario, es ganar una coraza que recubre nuestro corazón y que espera por el artista ideal que decida moldearlo nuevamente con su cincel.
“… exhaustos, los cuerpos de los amantes se separan y se vuelven cada uno hacia un lado de una cama desordenada, mientras en el aire oscuro, del que uno recobra conciencia, los sudores sexuales se van secando y el corazón, golpeando como una alarma, finalmente se calma”. Una novela de delicada construcción pero de muy fuerte temática, cuya esencia sociológica es la forma cómo los humanos cargamos con nuestros corazones rotos de manera latente e inevitable. El perdón empieza desde nuestro interior y en ocasiones es muy difícil que nos disculpemos a nosotros mismos.
No cabe duda de que todos sabemos lo que es sufrir por amor, y menos, de que Alfred Hayes bien supo lo que es perder. Una gran alegría se llevaran los que conecten con esta historia, pues muchas veces inventamos una despedida de ese alguien que amamos o simplemente fingimos que la tuvimos.
Por: Andrés Felipe Durán García
Twitter: @andresfdurang
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